Cultura Digital / Opinión
Internet ya no es un lugar, es una identidad
Ya no “entramos” a internet: vivimos en él. Un texto sobre cómo la vida digital dejó de ser un complemento y se convirtió en parte de quiénes somos.

Hubo un tiempo en que “conectarse” significaba abrir una computadora.
Hoy, estar desconectado es lo raro.
La línea entre la vida real y la digital desapareció sin que nos diéramos cuenta. Publicamos, reaccionamos, compartimos, compramos, trabajamos… todo dentro de una realidad líquida donde nuestra identidad se distribuye entre perfiles, chats y algoritmos que aprenden más de nosotros que nosotros mismos.
Internet ya no es una red: es un espejo.
Refleja quiénes somos, pero también quiénes queremos ser. En ese reflejo, todos jugamos a construirnos: escogemos qué mostrar, qué ocultar, qué borrar. Nos convertimos en nuestros propios editores.
Y aunque eso suene poderoso, también es agotador.
La hiperconexión nos da voz, pero nos exige presencia constante.
Nos hace visibles, pero vulnerables.
Quizás el siguiente paso no sea huir de internet, sino reaprender a habitarlo.
Como quien vuelve a su ciudad después de mucho tiempo y la redescubre: con nuevas calles, nuevas reglas y nuevas formas de convivir.
Al final, la pregunta ya no es “¿quién eres en internet?”, sino “¿qué versión de ti estás dejando que exista ahí?”
Bienvenido al siglo donde lo digital dejó de ser un lugar, y se volvió identidad.